Longevidad y ganas de vivir

Por estas tierras a los cumpleañeros se les desea que vivan hasta los ciento veinte . Si bien la intención es buena llegar a los 120 no siempre implica una bendición. Existe una variante más empática, “hasta los cien como de veinte”. Creo que la mayoría abrazaría calurosamente la segunda opción.

El origen de la frase es bíblico. “Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años”, Génesis 6:3.

Y en estos días la ciencia lo ratifica. De acuerdo a los hallazgos publicados en Nature Communications. aunque omitamos factores que pueden matarnos (como enfermedades y accidentes) la capacidad de nuestro cuerpo para restaurar el equilibrio de sus innumerables sistemas estructurales y metabólicos después de trastornos se desvanece con el tiempo. E incluso si logramos vivir con pocos factores estresantes, este declive incremental establece la esperanza de vida máxima para los seres humanos en algún lugar entre 120 y 150 años.

Los investigadores se basaron en recuentos de células sanguíneas y recuentos de pasos. En ambos casos llegaron al mismo límite. De hecho Jeanne Calment, la persona más longeva verificada que haya vivido, murió en Francia a la edad de 122 años.

Mi madre cumple la semana que viene noventa y dos años. Pasó varios eventos que pusieron en peligro su vida pero ha logrado cruzar el umbral de la longevidad. En el hogar de ancianos donde vive la mayoría ya ha pasado los ochenta y la mayor ya cumplió los cien años. ¿Son felices los longevos? Ni tanto.

Mi madre parece haber perdido las ganas de vivir. Ya no puede disfrutar de música o una charla porque apenas escucha, ha perdido la destreza para tejer, sus achaques no le permiten caminar mucho. Yo creo que la sostiene todavía la esperanza de ver a sus nietos casados y quizás presenciar el nacimiento de un bisnieto. Ya me anunció que si la intensidad de los dolores que siente arrecian no quiere seguir. No vale la pena, me dijo.

Gran parte de sus vecinas exhiben un estado emocional similar. Parece que lo único que les apuntala el ánimo son los antidepresivos. El panorama de la longevidad no es muy alentador.

Y, sin embargo…

La semana pasada falleció el artista Dani Karavan, a los noventa años. Otro longevo. Sus obras monumentales están dispersas por todo el mundo. Dicen que trabajó hasta el último momento pese a estar enfermo.

La foto que encabeza el post es de su obra Axe Majeur (el Gran Eje, una escultura urbana en la que trabajó durante treinta años). En noviembre pasado fue declarada patrimonio de la región de Île-de-France, Francia. Este símbolo arquitectónico representa un paisaje urbano moderno y natural. Los doce rasgos y las doce columnas simbolizan el tiempo, el ritmo de la vida humana y el propio planeta. Es un monumento muy moderno, casi un santuario, a un siglo XXI contemporáneo.

El coro del tema musical de la película Fame incluye la frase «Voy a vivir para siempre». La canción alude a la longevidad póstuma que puede conferir la fama. Parece que Dani Karavan apuntó hacia allí.

Citando a Nietzsche: “Quien tiene un porqué para vivir puede manejar casi cualquier cómo”

Photo by Pierre Châtel-Innocenti on Unsplash 

Publicado por elibudman

Ingeniero de alimentos y novelista. Nací en Argentina, vivo en Israel. Soy director de innovación tecnológica en una compañía de alimentos. Me gradué en Medicina Tradicional China. Traduje al español dos libros de yoga de Eyal Shifroni: "Una silla para yoga" y el primer volumen de "Props para yoga". A principios de mayo publicaré una novela de ficción en Amazon "Sentirse en casa- una odisea inevitable".

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