Estos tiempos de reclusión en casa me permiten profundizar prácticas personales. De yoga, por ejemplo. Cuando no tengo la opción de llegar a un estudio puedo hacerlo frente a la pantalla en una clase online, muy habituales en los últimos meses. De allí a ejercitar solo, sin la guía de un maestro, la distancia es muy corta fortaleciendo mi autodisciplina, por lo cual me siento agradecido.
Así surgió también mi deseo de volver a hacer meditación, práctica que tenía abandonada. No sé si es casual, pero de pronto encuentro en las redes sociales mucha gente invitando a meditar o quizás sea yo quién las busca. Y cuando hablo de meditación me refiero a Vipassana, Mindfulness, una técnica que nos enseña a vivenciar la realidad tal cual es, sin críticas ni interpretaciones. No huir, estar presente. Un instrumento en el sendero budista para liberarse del sufrimiento.
En mi experiencia personal este camino se asocia con una travesía por el valle de Spiti en el Himalaya indio. Sus habitantes practican el budismo hace cientos de años y es habitual ver, a la vera de la carretera, ristras de banderillas de colores colgadas entre dos mástiles. Cuando el viento las agita se escucha un chasquido muy particular que ayuda a sumergirse en un estado de introspección. Son las banderas de plegarias, destinadas a difundir las enseñanzas de Buda.
¿Qué contiene la realidad que estoy viviendo ahora y que no me permite permanecer inmerso en ese estado meditativo de consciencia? Vivo en un país pequeño que pasó con decoro la primera ola de corona virus pero que, durante los dos últimos meses, desde que comenzó la estrategia de “retorno a la rutina”, tiene una de las tasas de contagio más altas del mundo y experimenta un ascenso vertiginoso del desempleo que supera ahora el veinte por ciento. Creo que no se trata de “fuerza mayor”. Nuestros gobernantes, enzarzados en rencillas internas, demuestran ineptitud o indiferencia para tratar la crisis.
A raíz de esto ha surgido un movimiento popular que exige del gobierno escuchar a los ciudadanos y buscar soluciones. Durante las últimas semanas se ven en los puentes, los cruces de caminos, frente a la casa de gobierno y el parlamento, manifestantes enarbolando banderas negras. El símbolo de la protesta.

Dudé si plegarme. Es tentador pensar que basta desarrollar nuestra consciencia para armonizar nuestro entorno. Ante estos dilemas me pregunto qué decisión me arranca de mi zona de confort. Generalmente esa es la correcta para mí. Decidí guiarme por el lema de Albert Einstein: “El mundo no está en peligro por las malas personas sino por las que se sientan a ver qué pasa”. El último sábado enarbolé yo también una bandera negra.

Gracias Eli por compartir tu proceso y jugarte en compartir tus desiciones aportando un ejemplo que permite reflexionar en estos tiempos de tanta incertidumbre y se puede decir también confusión.
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Gracias Noga por tus lindas palabras
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