Este mes quería escribir sobre viajes. Tenía planificado un viaje de trabajo a Camboya y estaba entusiasmado.
Para mí viajar a un país que no conozco donde puedo interaccionar con la gente significa exponerme a una nueva visión de vida. Me ha tocado recorrer bastante mundo y nunca me desilusioné. Aunque se trate de estar una semana en un sitio remoto donde los únicos elementos de atracción sean el paisaje y las personas. Al principio se manifiestan las diferencias; el idioma, las normas sociales, el lenguaje corporal. La diversidad cultural. Pero cuando logro intimar y me hacen partícipe de sus problemas y sus sueños descubro que en el fondo somos iguales. Todos queremos amar y ser amados, no pasar desapercibidos, sentirnos protegidos.
Mi viaje a Camboya se ha postergado hasta nuevo aviso gracias a la pandemia. Y la diversidad cultural ha expuesto este mes su faceta cruel. La muerte de George Floyd y las manifestaciones multitudinarias nos recuerdan que cuando vemos al otro como un ser ajeno, extraño, amenazante, podemos llegar a cometer atrocidades. No se trata de un hecho aislado; la discriminación en Estados Unidos tiene una historia de siglos: exterminio de pueblos indígenas, esclavitud, leyes racistas. Ciudadanos de todo el mundo nos hemos identificado inmediatamente con el movimiento Black Lives Matter.
Pero seamos sinceros, es fácil criticar la conducta ajena. Me atrevo a afirmar que desgraciadamente la discriminación existe en todas partes. Y si queremos extirparla debemos empezar por casa. “Vemos la paja en el ojo ajeno, y no vemos la viga en el nuestro” dice el proverbio.
Hace unas semanas soldados israelíes mataron a Iyad Al Halak, un palestino que residía en Jerusalén sospechando que trataba de perpetrar un atentado. Resultó ser que su comportamiento extraño provenía de su condición de autista. Las circunstancias son diferentes pero el resultado fue igualmente trágico. Creo que se trata de una mezcla de miedo y animadversión que sentimos respecto a aquellos que consideramos extraños. Es suficiente una pequeña chispa para obtener una explosión.
A veces la discriminación toma un cariz más encubierto. Aunque me considero un humanista identifico en mí pensamientos segregacionistas, elitistas y esnobistas, catalogando a una persona por su procedencia, extracción social o bagaje cultural. Entiendo que debo esforzarme más por mi parte para erradicar esas malas hierbas que crecen si no estoy atento. Liberarnos de estos preconceptos es una tarea ardua pero imprescindible si queremos vivir en un mundo más solidario.
Gracias.Es alentador ver que se puede reconocer y mejorar. También es aterrador ver como actúa el miedo hacia el otro basado en nuestros adoctrinamientos y nos hacen caer en trampas.En este caso mortal
Me gustaMe gusta
Excelente reflexión Eli, gracias por tu sinceridad y tu invitación a la reflexión a erradicar hierbas malas.
Me gustaMe gusta